lunes, 2 de noviembre de 2009

Ay Camila

Después de ese primer beso, al despedirnos quedamos en vernos al día siguiente, solas esta vez, sin nuestro usual acompanhante. Era domingo, así que fuimos a la Calle de las Pizzas, nos tomamos unas sangrías, varias mas bien, y conversamos de todo un poco, esperando que el alcohol surtiera efecto y que los hechos se volvieran a desenvolver. Y así fue, regresamos al largo corredor de la casa de mi madre y nos volvimos a besar, más largamente, más intensamente, y terminamos en mi cuarto, y entonces nuestras manos dieron rienda suelta a sus impulsos, y nos tocamos más allá de lo permitido, nos quitamos los sostenes, nos seguimos besando y bueno... Las visitas de Camila se volvieron una constante, se escapaba de su maldito poeta maldito, al que seguía viendo y enamorando, y se metía subrepticiamente en mi cama, en mi piel y en mi cabeza. Nunca nos juramos amor, ni nos planteamos la necesidad de nada más serio, estábamos pasándola bien y eso era suficiente. Así estuvimos unos meses más y a mí me empezaron a dar ganas de conocer a ese tipo mayor, gordo y panzón que la excitaba tanto, así que una noche me colé en la lectura de uno de sus poemarios y allí estaba ella, ocupando un lugar privilegiado porque era la musa del poeta que todos los demás poetas veneraban. No recuerdo muy bien cómo acabó esta historia, han pasado muchos anhos, creo que simplemente nos dejamos de ver, nos cansamos de algo que era rico pero que tampoco daba para más y allí lo dejamos. Pero alguna que otra vez nos volvimos a ver y rememoramos viejos tiempos. Después no la vi más, hasta que un día me topé con un artículo en una revista, era sobre el poeta maldito: había tratado de suicidarse por ella, por Camila. Y me dio pena que estuviera tan enamorado de ella mientras ella jugueteaba conmigo. Durante anhos Camila se fue a vivir fuera, pero hace unos anhos regresó y cada vez que me encuentro con ella es imposible no pensar en nuestro primer beso, ése que me abrió las puertas a este mundo. Pero hasta ese momento todavía no me había enamorado, eso estaba por venir. En el próximo post: el amor, la peor de las guerras.